SESION ECTOPLASMÁTICA CAPTADA EN EL CONGRESO EN EL MOMENTO DEL RECUENTO DE VOTOS POR LAS RETENCIONES AL AGRO
Ectoplasma errante del Presidente del Congreso
Con frecuencia piensa uno lo contrario: que está asistiendo a una pesadilla de la que se quiere en vano despertar. Pero no, antes al contrario: los fenómenos que nos acechan a los habitantes de este páis son bien reales, dotados de todas las características del mundo real. Es cierto que se trata de seres que se mueven con una lentitud pasmosa, como según numerosos testigos lo hacen precisamente los ectoplasmas,y hasta sus gestos son lentos y torpes, sus rostros inusualmente carentes de perfil, ora largados mostruosamente ora como desvanecidos en una nube gaseosa que de súbito toma forma y se precisa. Sí, todo ello cualquiera de nosotros lo puede comprobar con salir a la calle y trasegar unos minutos por el centro de nuestra ciudad o transitar penosamente cualquier dependecina pública, por el mismo Congreso, por poner un ilestre ejemplo
Mas no nos engañemos: la realidad ectoplasmática es extremadamente sutil. ..Se trata de entidades que puede manifiestamente, asomarse al mundo de los seres vivos y reales con tal presteza e ingravidez que no parecen sino seres vivos-cierto de una viveza simplemente inserta en otra dimensión del ser por cuanto son capaces de colindar el mundo real sin pertenecer de forma alguna al mismo. He aquí su esencia característica y única. Acaso más que ectoplasmas sean pues los habitantes del Congreso de la Nación simulacros, es decir, seres que están por o en lugar de otros seres que, ellos sí, existen, pero de los que forzosamente ignoramos el modelo o esencia, es decir, si hemos de parar mientes en la etimología de la palabra existencia o estar fuera de si. Dichos simulacros pueblan las parajes de Averno o del Orco y se caracterizan por deambular como sombras insaciables ya en búsqueda de la sangre de sus víctimas con que perpetuar su propio sombra eterna ya por infiltrarse amenazantes en el mundo de los humanos por cualqueir manera diabólica que ni el mismo Reverendo Henry Kane sería capaz de desentrañar con toda la dialéctica de su discurso calvinista.
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