sábado, 28 de marzo de 2009

LA SEDUCCIÓN DE LA ACTUALIDAD O LA MÁSCARA DEL EMBUSTE



Nada más embustero que el lenguaje. Con cuánta frecuencia acaece que determinadas palabras a causa de la exageración de que se nutren pasan a significar lo contrario de lo que sugieren, pues de sugerencia se trata en el universo mágico, próximo a la infancia, de las palabras. Cierto ello esconde siempre una sutil estratagema del Poder. Es el caso de la misma palabra noticia de última hora o de actualidad. ¿ Qué es en definitiva un hecho actual? Todo parece indicar que nos interesamos compulsivamente por los hechos del mundo, cuyos acontecimientos se producen sin cesar ante nuestra mirada en manera alguna atónita, pues hemos ya perdido toda capacidad de sorpresa: a tal punto nos alejamos definitivamente de la infancia y de sus mundo de signos y de simulacros.¿ A qué historia asistimos ante nuestras pantallas de televisión o ante la página en blanco -sucedáneo del espejo mágico de tantas narraciones de nuestra infancia-de Internet? Todos nos hemos convertido en contemplativos. Solo que la palabra para acontemplación, la teoría de los griegos, implica un mundo de esencias y de fundamentos, en una palabra , un modelo. Y del modelo el teorizador está necesariamente lejos. No asi el contemplativo. ¿ Quien puede estar más cerca del evento que quien cree asistir a él, mientras éste se está produciéndo en el momento en que el espectador asiste a todo simultáneamente? Vana ilusión, que solo dificilmente advertimos en el mejor de los casos, pues el evento traspasa la información, efectúa una suerte de giro a través de ella . El acontecimiento ¿es ya una metáfora ? Parece estar ahí delante de nosotros , en crudo, pero ya es otro en su estar ante nosotros. El acontecimiento, la noticia, está siempre en suma en otro sitio. Precisamente no al lado mío o junto a mí, sino precisamente lejos, del otro lado: en lugares en los que no me aventuraría, en los que jamás tendré por añadidura deseo de penetrar. El acontecimiento es una zona prohibida de lo real. pero que se enmascara y se presenta como lo más real de lo real. Hay aquí una cierto pathos esquizoide inherente a nuestra época, bien aprovechado por los medias y sus secuaces, una estratagema bien sutil y que actúa como un veneno frente al que no parece haber anticuerpo. Se trata de la distorsión entre el efecto de asistir a él y de escapar al mismo tiempo, creemos captar el instante en su instantaneidad cuando lo que asimos no es sino su simulacro, el signo de un signo, nunca el suceso como tal. Consumimos pues signos, como cualquier otra mercancia.Solo que el signo se ha trocado en la mercancia por excelencia: aquello que está por otro, y sobre todo por lo real, por el suceso acecido eventualmente. Mas ¿Por qué nos emocionamos precisamente ante los signos¿ Cómo es posible un afecto de ellos? ¿ Qué nueva teoría de la emoción y de los afectos en general habría de concebirse para captar tal enigmática realidad?.Los signos nos invitan, nos sugieren o nos constriñen?
Hay acaso una manera de estar en el meollo de la noticia sin estar justamente informado. La actualidad nos mantiene pues alejados del hecho, contentos de su valor de signo meramente, de su estar por otro .La actualidad es un espectro fantamagórico que nos seduce y domina. Tal es su poder. que es capaz de separar y disgregar a los individuos y a los acontecimientos. Y ello lo barruntamos en medio de nuestra impotencia

Xavier Zugarrondo

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